Patagonic Waters: ¿Qué te pareció participar de la producción de Patagonic Waters en Salto Chico?
Martina Beilinson: La invitación fue un honor. Poder compartir algo tan fabuloso como la pesca con gente que es apasionada del tema y que busca la manera de comunicarlo a través de un programa fresco, sencillo y con una excelente calidad de producción y profesionalismo estuvo muy bueno.
PW: ¿Qué fascina tanto a los que pescan dorados con mosca por primera vez?
MB: Supongo que es la agresividad de los dorados lo que llama tanto la atención. A mí, particularmente, me gusta el desafío que presentan frente al casteo. Se ubican en accidentes del río_ ramas, palos, piedras y uno tiene que ser preciso con el tiro… Para mí, que estoy aprendiendo, es todo un desafío colocar la mosca y aprender a manejarla con las piedras y las corrientes. Ni te cuento cuando hay ramas y árboles, casi siempre engancho la línea, pero es una gran satisfacción cuando toman la mosca y tiran con agresividad y saltos que pueden terminar en pérdida del pez.
PW: ¿Cómo y cuándo empezaste a pescar con mosca?
MB: Mi relación con la pesca viene desde chiquita. Mi padre, Daniel Beilinson, me llevaba con él en sus viajes de negocio que luego combinaba con pesca de todo tipo: troleo, con mosca, spinning. Me acuerdo que odiaba madrugar, pero una vez arriba del barco me daban una lata de leche condensada y me quedaba chocha esperando un pique para terminar de traer yo misma el pez ya cansado, obvio, con cualquiera de las cañas menos con la de mosca. Fue en un viaje a Los Roques –al que me invitó, después de haber escrito un libro sobre la pesca en el Caribe–, donde realmente aprendí a pescar con mosca con conciencia.
Mis comienzos no fueron los clásicos que se dan en un lugar como Argentina, que ofrece ríos para pescar truchas y salmones. Empecé en agua salada, a pez visto, ¡un poco más malcriado mi comienzo! En realidad, es una pesca distinta a la de agua dulce, le tomé el gusto a la variedad y a los tamaños que ofrece el mar, lleno de vida. Obviamente, ¡también a los lugares paradisíacos del Caribe!
PW: ¿Nos contás la captura de tu vida?
MB: Fue hace 3 años, en Cayo Largo. En la lancha estábamos Daniel, el guía William y yo. Había pescado tarpones en otras ocasiones, pero nunca habían pasado las 20 libras y, por lo general, había sido en mangles, rolando, y en aguas más sucias. Estábamos en Cayo Rosario, en un paredón secreto que el guía tenía y empezamos a ver cantidad de tarpones. Empecé a castear, William me indicaba lo que tenía que hacer, pero el problema era que Daniel también me decía lo que tenía que hacer así que estaba muy nerviosa. Logré un buen tiro y clavó uno, ¡era de 40 libras! Se llevó la línea, se llevó el backing… Me temblaba todo el cuerpo porque no quería perderlo y estaba ansiosa, nerviosa, haciendo muchísima fuerza para meter el backing dentro y no cortarlo… En fin, la lancha se volvió un infierno. Después de una hora, William logró acercar la lancha a la playa, me bajó y al hacerlo di tal chapotazo que el bicho salió corriendo otra vez sacándole backing ¡y me puse a llorar! No podía creer que después de una hora de fuerza, iba a tener que seguir otra hora más sufriendo para lograr el tarpón más grande hasta ese momento. Efectivamente, luego de media hora, entre llantos y peleas con mi padre, el tarpón se rindió y lo agarré como a un bebe en brazos, ¡estaba feliz!
PW: ¿Y una anécdota de la pesca?
MB: Este año, en Cayo Largo también, con Pedro, el único día que pesqué con él allá, después de compartir la pesca en Salto Chico. Nuestro guía era Jorge, fuimos a una zona para pescar permit y Pedro no tuvo suerte. Terminé de armar mi equipo y empezó mi turno –eran turnos de media hora cada uno–, vimos, en las afueras de un sucio, una escuela de bonefish saliendo y, entre ellos, un par de permits. Tiré, fue un cast bastante bueno, y clavé un pez. Mientras el pez tiraba la línea entera y sacaba backing, me di vuelta y, apoyada en la barra, me puse a hablar con Pedro, como si estuviera en la barra de un bar tomando un Gin Tonic. Hablábamos de la pesca del día anterior, de las pocas chances que uno tiene de clavar un permit cuando hay bonefish alrededor y, en eso, cuando empecé a traer la línea, el guía se empezó a reír. Cuando el pez ya estaba a 20 metros, vi unas aletas puntiagudas saliendo del mar: ¡mi primer permit! Me puse nerviosa y empecé a hacer todo mal. Finalmente, logré sacarlo y ese día hice mi primer grand slam.
PW: ¿Qué lugar ocupa tu padre en tu pasión por la pesca con mosca?
MB: Como hija ocupa el mejor lugar, el más alto. Como pescadora ocupa el peor lugar, ¡el más alto!
PW: ¿Cuáles son tus especies y ambientes de pesca preferidos?
MB: El tarpón y el dorado, ambos a pez visto, sea en el agua que sea.
PW: Durante el año, ¿cuánto tiempo pasás pescando y en dónde?
MB: Pesco 10 días en el Caribe, si es que no surge algún destino nuevo para visitar con Daniel. También pesco dorados cerca de Buenos Aires.
PW: ¿Nos contás de tu grand slam en Cuba?
MB: Después de pescar mi primer permit, partimos en busca de tarpones. Yo sufría por Pedro porque, generalmente, si uno en la lancha sacó un permit, el compañero cede su tiempo para que el otro realice el grand slam. Jorge nos llevó a los mangles, donde suele haber baby y juvenile tarpons, que los reservan exclusivamente para Grand Slam ya que es un área reservada. Bueno, todo lo que no me había puesto nerviosa con el permit (porque no sabía que era un permit), me puse con el tarpón. Hice todo mal: no clavaba, le sacaba la mosca de la boca, o se venía hacia mí y no podía recuperar más línea por que la tenía mal agarrada… ¡de terror! Entre el calor que hacía en los mangles, el olor a moho podrido, los tábanos y mi impaciencia, se generó un clima muy tenso en la lancha. Eran las 4 de la tarde y no había logrado nada, solo pasarla mal y encularme. Llegó un momento que pensé “¿vale la pena arruinarme el día por un grand slam frustrado?”. Pedro pensó lo mismo e instantáneamente me limpió el aura, cambié el chip y me relajé para disfrutar. ¡Pesqué el tarpón rolando fuera del mangle, pesqué el bonefish y celebramos mi grand slam!
PW: ¿Tenés algún otro sueño por cumplir dentro de la pesca?
MB: Todos los sueños, siento que recién nací como pescadora y me queda mucho por recorrer y aprender. Tengo ganas de incursionar en salmón y trucha.
PW: Por último, ¿qué lugar ocupa la pesca con mosca en tu vida?
MB: Junto con el esquí son las dos pasiones por las que trabajo: para viajar y poder hacerlas.